Es sabido a través del tiempo, que después del tremendo choque cultural que sufrió México durante la conquista de los españoles en el año de 1521, pasaron diez años en los que el Imperio Azteca sufrió pérdidas inimaginables: cultura, idioma, costumbres, templos, deidades, vestimenta, raza, tierras, jerarquías, identidad y hasta sus nombres, ya que Cuauhtlatoatzin (del Náhuatl: el que habla como águila), fue bautizado con el nombre de Juan Diego, por Fray Toribio de Benavente.
Apenas 800 indígenas se habían bautizado, cuando la Siempre Virgen María de Guadalupe, como le pidió al tío Juan Bernardino ser llamada, bajó del cielo para dar consuelo, refugio, auxilio y protección, dejando un mensaje universal de amor, paz y misericordia: "Hijito mío, el más pequeño de mis hijos, es nada lo que te afligió y turbó ¡No temas! ¿No estoy Yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿No estás en el hueco de mi manto y en el cruce de mis brazos? ¿No soy Yo acaso la Fuente de tu salud y paz? ¿Qué más te hace falta?