El Inmaculado Corazón de María

La fiesta del Inmaculado Corazón de María está íntimamente ligada a la del Sagrado Corazón de Jesús. Los Corazones de Jesús y de María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad desde el momento de la Encarnación.

En esta fiesta honramos la vida moral de la Virgen: Sus pensamientos y afectos, sus virtudes y méritos, su santidad y toda su grandeza y hermosura; su amor a Dios y a su Hijo Jesús, y a los hombres, redimidos por Su sangre. Al honrar el Corazón Inmaculado de María lo abarcamos todo, como templo de la Santísima Trinidad, remanso de paz, tierra de esperanza y cáliz de amargura, dolor y gozo.

Qué interesante es que María le haya dado su sangre y su vida al Niño Jesús, pues, aunque la generación del Hijo se realizó por obra del Espíritu Santo, pasó por las fases de la concepción, la gestación y el parto, como todos los seres humanos.

Pero la maternidad de María no se limitó al proceso biológico de la generación, sino que ella contribuyó personalmente al crecimiento y desarrollo de su Hijo, y le enseñó a comer, hablar, rezar, leer y comportarse en la sociedad. Y todo esto inspirada y animada por el puro y abnegado amor maternal que siempre demostró.

Aunque fue ella quien le enseñó a Jesús la cultura y las tradiciones del pueblo de Israel, sería Él quien le revelara a ella su plena conciencia de ser el Hijo de Dios, según la voluntad del Padre. De maestra de su Hijo, María pasó a ser su discípula. Así fue como Jesús empleó los años más floridos de su vida para formar la fe de su propia Madre.

En efecto, la mejor seguidora de Cristo fue formada por el mismo Señor, Su Hijo. ¡Qué tierra más fértil la suya para recibir sus enseñanzas! Ella fue la única que dio el ciento por uno de cosecha. Pero en realidad, si nos lo proponemos, todos podemos dar fruto para el Señor; sólo basta con tomar a María como modelo e imitar su amor, su entrega, su fe y su devoción a Cristo.

"Inmaculado Corazón de María, que ardes continuamente en vivas llamas de amor divino; por Él te suplico, Madre mía, que enciendas mi tibio corazón en ese fuego divino con el que tú ardes de amor."

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Una de las devociones más hermosas y extensas es la del Niño Jesús, honrado bajo el título del Divino Niño. La confianza puesta en Jesús se fundamenta en Sus propias palabras:
Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo (Juan 14,13).
El valor de la familia va más allá de momentos de alegría y de apoyo en los momentos difíciles, ya que es en el núcleo familiar donde se cultivan los valores y se crean vínculos afectivos de respeto, lealtad y cariño.

Una de las prácticas principales vinculadas a la devoción del Sagrado Corazón es la devoción a los nueve Primeros Viernes de mes, la cual se deriva de una de las doce promesas que el Corazón de Jesús hizo a Santa Margarita María.