
Es sabido a través del tiempo, que después del tremendo choque cultural que sufrió México durante la conquista de los españoles en el año de 1521, pasaron diez años en los que el Imperio Azteca sufrió pérdidas inimaginables: cultura, idioma, costumbres, templos, deidades, vestimenta, raza, tierras, jerarquías, identidad y hasta sus nombres, ya que Cuauhtlatoatzin (del Náhuatl: el que habla como águila), fue bautizado con el nombre de Juan Diego, por Fray Toribio de Benavente.
Apenas 800 indígenas se habían bautizado, cuando la Siempre Virgen María de Guadalupe, como le pidió al tío Juan Bernardino ser llamada, bajó del cielo para dar consuelo, refugio, auxilio y protección, dejando un mensaje universal de amor, paz y misericordia: "Hijito mío, el más pequeño de mis hijos, es nada lo que te afligió y turbó ¡No temas! ¿No estoy Yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿No estás en el hueco de mi manto y en el cruce de mis brazos? ¿No soy Yo acaso la Fuente de tu salud y paz? ¿Qué más te hace falta? Y envuelta en las milagrosas rosas aparecidas en la cima del cerro árido del Tepeyac, se pintó Su Bendita Imagen en el humilde Ayate de Juan Diego aquel 12 de diciembre de 1531, para llenar el pasado de perdón y misericordia, el futuro de Divina Providencia y el presente de amor y confianza, transformándose en un Códice Sagrado de Evangelización para aquel pueblo que carecía de escritura, porque todo lo aprendían por símbolos sagrados. Si 800 indios se habían convertido al cristianismo, después de la aparición, ocho millones de indígenas se bautizan por convicción. No había duda alguna, esta Doncella venía del cielo porque hasta sus dioses (sol, luna, estrellas) le rendían y honraban.
En la filosofía náhuatl, el dios Ometéotl (dios de la dualidad) era para los antiguos el principio supremo, origen de todo lo que existe e inventor de los hombres que recibía todas las oraciones, ofrendas y sacrificios, dirigidos a través de las demás deidades que ellos veneraban. La Virgen de Guadalupe fue reconocida por ellos como la Madre del Dios Dual, porque en Ella había:
ENCARNACI?"N Y MUERTE:
Aparece embarazada en Tiempo de Adviento a 13 días de la Natividad, llevando en su cuello un broche con Cruz, símbolo de la Pasión y Muerte de Su Hijo, que en cada Misa se ofrenda para el perdón de nuestros pecados y Ella busca dar a Luz a Jesús en los corazones de los nuevos hombres.
TRISTEZA Y FELICIDAD:
La carita de tez morena, mejillas sonrosadas y faz angelical, tiene la dualidad en su expresión. Si cubrimos su medio rostro izquierdo, tiene el ojo oscuro y gesto triste, solidaria con su pueblo. Si tapamos su lado derecho, tiene boca sonriente y ojo claro, en alegría con su pueblo evangelizado.
VIRGEN Y MADRE:
Las indígenas manifestaban su estado civil a través del peinado. Las vírgenes usaban cabello suelto con raya en medio y las casadas, trenzado. La Madre Virgen lleva pelo suelto color ébano, está a punto de dar a Luz y en su vientre lleva la Nahui-Ollin, el trébol símbolo sagrado máximo de la divinidad azteca, que representa al Hijo del Sol, Verdad Absoluta, Dios del movimiento que domina los cuatro elementos: Viento, tierra, fuego y agua; poder de la vida del universo y toda la creación.
ESCLAVA Y EMPERATRIZ:
El Arcángel Gabriel al anunciarle su Maternidad Divina, Ella abaja la mirada y da el "Sí": "He aquí la esclava del Señor, Hágase en Mí" (Lc.1,26-38). Esa misma mirada tiene en el ayate y viene a servirnos en humildad sagrada, luciendo elegante y majestuosa con su Manto de tonalidad azul-verde, color que solo era exclusivo de los emperadores aztecas. María es la Emperatriz de México.
DIA Y NOCHE:
Viene enmarcada con nubes; vestida del sol del amanecer, como el fuego que envuelve al cometa cuando entra a la tierra. La noche se extiende en su Manto bordado de 46 estrellas, comprimiendo la bóveda celeste del cielo mexicano y pisando la luna creciente que ha elegido como pedestal.
CIELO Y TIERRA:
Los astros celestes que posan en su vestido, se unen con las montañas de la tierra, representadas en nueve hojas grandes que adornan su túnica rosa. Estos jeroglíficos se llaman TEPETL (CERRO), rodeados de flores con raíces que vienen del cielo. Los mares se resguardan bajo Su Manto.
GRANDEZA Y HUMILDAD:
El ayate está unido por dos piezas de hilo de maguey tejido; su rostro libró esas costuras al abajar su mirada. Su Grandeza se manifiesta en el Poder que tiene de Reinar en el mundo y el universo que trae consigo y mientras más la engrandece Dios, más se refugia en la humildad, porque siendo Reina se hace Esclava. En su Retrato no posa con orgullo, porque todos los elogios los ha guardado en su corazón. No hay cosa que arroje tan lejos al demonio, como su Humildad Sagrada.
LUZ Y SOMBRAS:
La parte más iluminada es su vientre donde está Jesús. Del lado izquierdo hay más claridad, pues recibe directamente la Luz del Padre y el lado derecho está oscurecida la tonalidad del vestido. María dirige su mirada con compasión y protección a sus pequeños hijos que caminan en la incierta noche oscura de la fe; lleva nuestras oraciones a las almas del purgatorio.
ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO:
El pliegue final del vestido y la costura central que une el ayate, forman un libro abierto a la mitad, representando las Sagradas Escrituras; las sostiene un ángel con su mano derecha por ser la Palabra de Dios. También representa "El Libro de la Vida" donde están escritos nuestros nombres.
QUIETUD Y MOVIMIENTO:
Aunque María se ve inmóvil, con paz y elegancia espiritual; viene descendiendo del cielo con un paso hacia delante, flexionando su rodilla izquierda y caminando desde la eternidad hacia nosotros para alentarnos en el cansancio y abrazarnos como niños dependientes de Sus Atenciones maternas.
CIENCIA Y FE:
Por algunos incrédulos, el ayate ha tenido varios estudios científicos a través del tiempo, dejando a los estudiosos sin explicación alguna y mientras la ciencia cuestiona, la fe en el corazón del pueblo mexicano, sin necesidad de averiguar nada, le confía el alma, la vida, la familia y a toda la Nación.
VESTIDO: Su vestuario corte imperio, lleva tres atuendos:
1. Fondo blanco que sobresale de sus puños, ajustado en las muñecas y deshilado el extremo.
2. Traje color rosa amanecer, viene vestida de sol, con puños y cuello de armiño (animal no existente en México, pero si en Europa, cuya piel era usada en las casas reales).
3. Gasa transparente con arabescos de oro con los símbolos sagrados aztecas que lograron evangelizar por convicción a más de ocho millones de indígenas en aquel tiempo.
LA CINTA:
El vestido tiene un listón morado (color que simboliza mortificación) con tres dobleces de cada lado, sumando seis. El tres representa la Santísima Trinidad que es la Divinidad y el seis, la humanidad porque fue creada el 6º. Día. Por lo tanto, el lazo revela al HOMBRE-DIOS.
LAS HOJAS DEL VESTIDO:
El brocado de la túnica transparente, representa la orografía de Anáhuac y las hojas, son cerros "Tépetl". Descubrieron que, al colocar horizontalmente su Imagen en tamaño original, sobre un mapa reducido a la escala 1:1´000, 000, los volcanes que atraviesan transversalmente la República Mexicana, concuerdan perfectamente con la postura de estos símbolos, acomodándose entre sus puños los volcanes: Popocatépetl e Iztaccíhuatl y en su pecho El Nevado de Toluca.
LAS FLORES:
El pueblo azteca tenía tres vías para comunicarse con sus dioses: poesía, flor y canto, símbolos de la verdad. La gasa de su vestido, lleva florecillas con raíces que vienen del cielo, brotan del manto y rodean los cerros. La flor principal de cuatro pétalos: Nahui Ollin, está en el centro de su vientre que indica la presencia del Hijo de Dios. Las demás flores tienen ocho pétalos, número que para los aztecas representaba el infinito, principio y fin, nuestra verdad de fe: nuestro Credo: "Dios de Dios", "Luz de Luz", "Dios verdadero de Dios Verdadero", "Rey de Reyes" y "Señor de Señores".
MANTO:
El Manto de estrellas le sienta perfectamente de la cabeza a los pies sin cubrir su rostro, con un doblez por debajo de su brazo izquierdo, como muestra del abrigo que da en la noche fría de la vida, a quien se hace como un niño. Una franja ancha dorada lo contorna, mostrando su Linaje Real.
LOS OJOS:
En 1929, el fotógrafo Alfonso Marcué González fue el primero en observar una silueta humana en sus ojos. En 1951, el dibujante Carlos Salinas Chávez encontró en ambos ojos, el busto de Juan Diego, visto con la distorsión óptica natural. El Dr. Enrique Graue observó que las figuras humanas están además en la cara anterior de la córnea y en el cristalino, como los ojos de una persona viva. Estudios oftalmológicos del Doctor Wahlig detectaron que sus ojos tienen profundidad y brillo, redes sanguíneas en sus párpados y estructura ocular con nervios ópticos que al acercarles luz, la pupila se contrae y al retirar la luz, se vuelve a dilatar como ocurre en el ojo humano. En febrero de 1979, tras dos años de investigación, el peruano Dr. José Aste Tonsmann, del Centro de Investigaciones IBM y especialista en computación, realizó estudios en ambos ojos por medio de sofisticadas computadoras; logrando ampliaciones hasta 2,500 veces más del tamaño original. El resultado fue sorprendente, porque descubrió personajes y escenas nunca imaginadas, como el reflejo de todo un grupo que observó este histórico y maravilloso suceso, destacándose la figura del Obispo Juan de Zumárraga, un sirviente semidesnudo, un anciano, el traductor Fray Juan González, Juan Diego, una mujer negra que era sirvienta del obispo, un español barbado y una familia integrada por padre, madre y sus tres hijos, además de dos adultos más.
Los ojos poseen la imagen tridimensional conocida como Teoría de Purkinje y Samson, reflejándose las figuras en la concavidad de sus córneas. El diámetro de cada iris, es de tan sólo 7 u 8 milímetros, y seguimos enfatizando que, el material de ixtle con el que está elaborada la Imagen es tan burdo, que es imposible pintar imágenes tan diminutas, con detalles tan minuciosos.
SUS MANOS:
De aspecto terso y delicado, las lleva juntas en actitud de oración perpetua, en armonía con su cabeza inclinada, haciendo reverencia a su Hijo Todopoderoso. Discretamente entreabiertas, para recibir nuestras peticiones e interceder continuamente por sus hijos; unidas con fe y a la vez relajadas, las recarga sobre su vientre, apresurando con Su intercesión el tiempo de los milagros como lo hizo en las Bodas de Cana, depositando toda su confianza en Jesús, quien sana, libera y acaba con todo mal. Una mano es blanca y la otra morena, uniendo en su oración a todas las razas.
LOS RAYOS:
Rodeada por 129 rayos de sol, de los cuales, doce coronan su cabeza. Algunos están reverberando y otros son rectos, en representación del pensamiento y el alma. Dispuestos alternativamente, 62 del lado derecho y 77 del izquierdo, tienen la forma de "La Palma de Oro", que enmarca a la "Reina" en símbolo de victoria y a la vez, abriga con sus rayos al servidor que está a sus plantas, para enriquecerlo y glorificarlo, como le promete a Juan Diego. Recordemos que Cristo "Rey" fue aclamado con palmas, al entrar a Jerusalén en un burrito (Mt. 21, 1-11).
LA LUNA:
Pisa la luna en cuarto creciente, porque la Mujer Águila del Apocalipsis con Su Hijo, es más poderosa que el imperio de Quetzalcóatl, el dios serpiente. MEXICO significa: "En el ombligo de la luna" y Ella pisa el centro de México para bendecirlo con sus benditas plantas. El ombligo es el cordón vital que nutre al embrión en el seno materno y este país guarda las células madre de la Evangelización para el mundo entero, como lo reconoció San Juan Pablo II en su primer viaje en enero de 1979, a los Pies de la Morenita: De México al mundo, saldrá la nueva evangelización.
ALHAJAS:
Luce en su cuello un medallón dorado con una cruz en el centro, cruz que vio la princesa Papantzin en un sueño, en los barcos de Hernán Cortés y que también venía estampada en las velas de las Carabelas de Cristóbal Colón, cuyos nombres fueron un presagio: Se "Pinta", la "Niña" "Santa María". En sus puños lleva dos esclavas doradas, pulseras utilizadas en las mujeres del Siglo I, en señal de esclavitud en el pueblo judío y María siendo la favorita del cielo, se hizo esclava del Señor.
PIE DERECHO:
Con un paso adelante y en señal de descenso, muestra el zapatito derecho color beige que confirma su Presencia entre nosotros y bendice con sus plantas nuestro suelo mexicano.
EL ÁNGEL:
Representa a Juan Diego, al servidor que Dios llama y al caballero águila que ofrenda los corazones al sol. Tiene cara de niño y entradas del cabello como adulto, porque el que sirve si no se hace como niño, no entra al Reino; tiene ojos y orejas grandes para "Ver, escuchar y admirar" el mensaje; está equipado con "alas de águila", símbolo de diligencia y elocuencia como lo dice el profeta Isaías: Los que confían en el Señor, les saldrán alas de águila, volarán sin cansarse (Is.40, 31). Las alas llevan plumaje de aves sagradas: Quetzal-verde, Garza-Blanco y Guacamaya-Rojo, predestinándose la bandera mexicana a los Pies de la Reina. La Virgen lo viste de amanecer y él toma equilibradamente en sus manos el cielo y la tierra a través del manto y el vestido, resaltando la misión que le han encomendado como Representante Celestial: "Tú eres mi embajador, muy digno de confianza". Sostiene el Libro de la Palabra, respaldando el Mensaje que transmite y recibe una parcela de cielo para administrarla en la tierra donde dirige su mirada, guardando en el corazón Mandamiento de Jesús: "Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo".