La espiritualidad de la Madre Teresa, Santa Teresita y Santa Faustina

La Madre Teresa creía que no importaba qué tanto hiciéramos o qué tan grandes nuestros logros fueran, sino con cuanto amor lo hiciéramos. Ella dijo que debíamos hacerlo todo con gran amor. Santa Teresita dijo que el Señor no se fija tanto la grandeza de nuestras acciones, ni siquiera qué tan difíciles sean, sino en el grado de amor con el que las realizamos. Santa Faustina escribió en su Diario, “Un gran amor sabe transformar las cosas pequeñas en cosas grandes y solamente el amor da valor a nuestras acciones” (Diario, 303).

El ideal de Santa Teresita era sencillo, ella quería ser santa. Ella escribió sobre “el caminito”, es decir, que lo que importa son las pequeñas cosas si se hacen con amor a Dios. Este concepto enfatizó la verdad de que la esencia de la santidad es el gran amor, y no las grandes obras. Ella escribió en su autobiografía que no debemos temerle a Dios, incluso si hemos pecado. Debemos pararnos y continuar avanzando hacia Dios.

Otra forma de sufrimiento que una persona santa experimenta es la llamada “noche oscura del alma.” Este término fue dado por San Juan de la Cruz para referirse al viaje que el alma experimenta al acercarse a Dios, como Santa Faustina y la Madre Teresa lo vivieron. Para dos personas tan cercanas a Dios, fue la forma más difícil de sufrimiento. Es una muestra de lo que Cristo vivió en el Jardín de Getsemaní. No es fácil para nosotros comprender cómo personas tan cercanas a Dios puede tener tales aflicciones interiores, hasta el punto de cuestionar la existencia de Dios en varias ocasiones. En varias cartas de la Madre Teresa a su director espiritual, ella le comenta con detalles sus momentos de duda y miedo. Esto nos da una gran esperanza de que santos como Faustina y la Madre Teresa sintieron también dudas, oscuridad y soledad.

Santa Teresa se dio cuenta que su vida no era más que una bella melodía en medio de las tribulaciones. Comprendió que para llegar a ser santa, uno debe sufrir, buscando siempre lo mejor y olvidándose de uno mismo.

También comprendió la bondad de Dios, sabiendo que no podía temerle a Dios a pesar de haber pecado. Santa Teresa no trató de minimizar la gravedad de sus pecados, sino que insistió en que no debemos ser aplastados por ellos. De igual manera se dio cuenta que Dios, en Su gran misericordia, vendrá a encontrarse con nosotros.

"Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de mi misericordia" (Diario, 699).

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