
Podemos encontrar las Diez Virtudes Evangélicas de la Santísima Virgen María en los Evangelios. En estos, se presenta a la Santísima Virgen María como un modelo evangélico para toda la Iglesia:
1.Purísima
2.Prudentísima
3.Humildísima
4.Fidelísima
5.Piadosísima
6.Obendientísima
7.Pobrísima
8.Pacientísima
9.Misericordiosísima
10.Dolorosísima
Ciertamente, los primeros cristianos, según reflexionaban sobre estos pasajes del Evangelio, habrán mirado a María como su modelo de amor y servicio por excelencia.
Los relatos de su infancia en los primeros capítulos de los Evangelios de San Mateo y San Lucas son particularmente ilustrativos de su carácter virtuoso como Madre de nuestro Señor.
Un ejemplo para nosotros
Pero, ¿cómo fue vista la Madre de nuestro Señor por los primeros seguidores de su Hijo Resucitado?
Seguramente, ella habrá sido vista a la luz de la plenitud de las gracias derramadas sobre ella como quien reflejaba la misma imagen de Dios Padre. Los cristianos percibían en la Madre Santísima al Eterno de quien provenía Jesús no sólo físicamente, sino espiritualmente.
María fue la primera en creer y la primera en ser redimida. Ella demostró a través de su fiel obediencia a Dios y a sus leyes que ella realmente amaba a Dios como su Padre.
El hecho inspirador es que las virtudes de María tienen un significado singular para cada uno de nosotros como miembros de la Iglesia. Como Madre de la Iglesia y miembro preeminente, nos enseñó a nosotros, los demás miembros, cómo seguir más cercanamente a su Hijo.
Es lógico, entonces, que la imitación de las virtudes evangélicas de María haya sido considerada por mucho tiempo como un medio seguro de lograr la perfección cristiana. La virtud que más se asocia con ella es la pureza. Pero su fe, obediencia, amor y pobreza vienen a nuestras mentes con facilidad.
Las Diez Virtudes Evangélicas de la Santísima Virgen María típicamente se representan en forma de una estrella de diez rayos. Sobre todo, la estrella tiene un gran sentido espiritual ya que como estrella de la mañana, María irradia sus Diez Virtudes Evangélicas y nos invita a ser inspirados y guiados por su glorioso ejemplo en este peregrinaje terrenal. En nuestra lucha contra el mal, la Santísima Virgen María brilla como modelo de perfección.
Lo que es más inspirador de las virtudes de nuestra Señora, según el contenido de los Evangelios, es la perfecta armonía que vemos entre estas y las bienaventuranzas de su Hijo en el Sermón de la Montaña (mateo 5, 3-12). Estas bendiciones de Jesús son el mismo corazón del Evangelio, que está reflejado perfectamente en la vida de María.
Por lo tanto, no sorprende que las virtudes de María hayan sido una fuente de inspiración a través de todos los siglos, comenzando con los primeros cristianos. Después de todo, quien acoja en su corazón las enseñanzas de Jesús y lo siga, es como María, discípula ejemplar del Señor.
Una oración para todos
Los Marianos de la Inmaculada Concepción somos una comunidad de hombres religiosos basada en la Regla de las Diez Virtudes de la Santísima Virgen María. La Corona de las Diez Virtudes fue la oración diaria de los Marianos durante dos siglos y medio.
El Venerable Siervo de Dios, Padre Casimiro Wyszynski, MIC, expresó el significado espiritual de esta poderosa oración cuando escribió lo siguiente en la introducción de su libro llamado La estrella de la mañana: "Aunque nuestra Amadísima Señora brillaba con innumerables virtudes, todas excepto diez, eran difíciles no solo de imitar sino también de entender, porque a través de ellas, nuestra Señora sobrepasó a los mismos ángeles, no digamos a los hombres más santos. El Espíritu Santo quiso que los Evangelios relataran para nosotros solamente aquellas diez virtudes, ya que pueden ser alcanzadas no solo por María, sino por todos nosotros."
Con esas conmovedoras palabras, le presentamos unas instrucciones sencillas para rezar la Corona. Le exhortamos a rezarla con todo su corazón y que reflexione sobre las virtudes de nuestra Señora.
Primero se hace la señal de la Cruz, luego en cada década se hace un Padre Nuestro, diez Ave María y el Gloria. Cada vez que se recitan las palabras "Santa María, Madre de Dios..." se ofrece una virtud en la oración, procediendo en el orden en el cual se presentaron al principio de este artículo: comenzando con la virtud de ser Purísima hasta la virtud de ser Dolorosísima. Luego termine con "ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén."