
La solemnidad de la Inmaculada Concepción tiene como telón de fondo el cuadro bíblico de la Anunciación, en la que resuena el arcano saludo del ángel: "Dios te salve, llena de gracia; el Señor está contigo" (Lucas 1, 28).
María, como Dios la pensó y quiso desde siempre en su inescrutable designio, es una criatura totalmente colmada del amor divino, toda bondad, toda belleza y toda santidad.
"El hombre mira las apariencias; el Señor mira el corazón" (1 Samuel 16, 7). Y el corazón de María está totalmente orientado hacia el cumplimiento de la voluntad divina. Por esto, la Virgen es el modelo de la esperanza cristiana.
Contemplando la escena bíblica de la Anunciación, comprendemos por qué el mensaje divino no encuentra a María desprevenida, sino por el contrario, vigilante a la espera, recogida en un silencio profundo en el que resuenan las promesas de los profetas de Israel, especialmente el famoso oráculo mesiánico de Isaías:"He aquí una virgen concebirá y dará luz a un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel" (Isaías 7, 14).
En su corazón no hay ni sombra de egoísmo: no desea nada para sí, sino sólo la gloria de Dios y la salvación de los hombres. El mismo privilegio de ser preservada del pecado original no constituye para ella un título de gloria, sino de servicio total a la misión redentora de su Hijo.
La humanidad de nuestro tiempo, encuentra en la Inmaculada el modelo de la espera y la Madre de la esperanza. Ella nos enseña a evitar el fatalismo y la resignación pasiva, así como cualquier tentación. Nos enseña a contemplar el futuro, sabiendo que Dios viene hacia nosotros. Estamos llamados a prepararnos a este encuentro en la oración y en la espera vigilante.
Mirándola a ella, Virgen sabia, aprendemos a estar preparados para comparecer ante Cristo, en la hora de Su vuelta gloriosa. Que María nos ayude a salir al encuentro del Señor con fe viva, esperanza gozosa y caridad activa.
Oración del Papa Juan Pablo II para la solemnidad de la Inmaculada Concepción
Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que te llenó, Virgen de Nazaret con toda clase
de bendiciones espirituales en Cristo.
¡En Él fuiste Inmaculada Concepción!
Escogida para ser Su Madre, ¡en Él y por Él
fuiste redimida más que cualquier otro ser!
Preservada del pecado original, fuiste concebida y llegaste a este mundo con la gracia santificante.
¡Llena de gracia! En la solemnidad de hoy, honramos este misterio de nuestra fe.
Hoy, con toda la Iglesia veneramos la salvación que fue realizada a través de ti.
Esta particular participación en la salvación del mundo y del hombre,fue reservada sólo para ti; únicamente para ti.
¡Salve, María, Alma Redemptoris Mater!
Tú, que eres la primera de los redimidos, ayuda a la gente a encontrar su participación en el misterio de la redención.
Ayúdanos a entender la profunda dimensión de Dios y al mismo tiempo la dimensión del hombre de este misterio y tener acceso a su inagotable provisión.
Por todo eso te pedimos en la solemnidad de hoy:
¡Oh clemente! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce Virgen María! Amén