
Cuando contemplamos los misterios dolorosos del Rosario, reconocemos que Jesús permitió que cada momento de Su dolorosa muerte ocurriera. Él aceptó sobrellevar cualquier prueba para alcanzar nuestra salvación. Debemos preguntarnos, "¿qué nos muestra el Señor a través de la corona de espinas?"
Jesús dirige nuestra atención hacia Su mente, mostrándonos el camino para entender las consecuencias de tener pensamientos pecaminosos, los cuales Él expió con la corona de espinas. A través de Su sufrimiento, podemos saber cuáles pensamientos crean un abismo entre Él y nosotros.
Jesús aceptó la humilde corona como un antídoto para nuestro orgullo. Queremos manejar nuestra vida, mientras que Jesús se enfoca en nuestra necesidad de seguir Su ejemplo y permitirle influenciar nuestros pensamientos. Hay algunas personas que creen que no es necesario confiarle ciertos aspectos de nuestra vida a Dios. Sin embargo, el Señor dice que para Él, la confianza es de gran importancia.
En el Diario de Santa Faustina vemos que Jesús le dijo: "La desconfianza de las almas desgarra Mis entrañas. Aún más Me duele la desconfianza de las almas elegidas; a pesar de Mi amor inagotable no confían en Mí. Ni siquiera Mi muerte ha sido suficiente para ellas...(50). Si nuestra falta de confianza le causa a Dios tanta angustia, ¿qué le causará el pecado? Entonces, los pensamientos pecaminosos tienen enormes consecuencias. Cada espina que Él aceptó fue por nosotros. Él soportó el dolor de cada espina como una redención por nuestra intolerancia, amargura, resentimiento, etc. Estas espinas fueron reales y no simbólicas. Jesús sangró profundamente y murió por nosotros.
Con frecuencia olvidamos las consecuencias de nuestros pensamientos. Sin embargo, al meditar en la Pasión de Jesús, podemos ver cuánta angustia le causan. No puedo controlar los pensamientos que vienen a mi mente, pero sí puedo controlar el tiempo que permanecen allí. En cada momento de nuestra vida, decidimos lo que queremos pensar, especialmente cuando oramos. Cuando aprecio el sacrificio que nuestro Señor hizo para que me liberara de esos pensamientos, reconozco y me hago responsable de los pensamientos pecaminosos que le ofenden a Jesús.
En agradecimiento a nuestro Señor por su disposición para sufrir por nuestros pecados, honramos cada espina que hirió Su sacratísima cabeza y cuando rezamos el Ave María, decimos mentalmente "¡gracias, Jesús!"
Podemos demostrarle nuestro amor a Dios entregándole nuestros corazones y rezando, "Señor, por mi amor hacia Ti, rechazaré los pensamientos que te causan un dolor inimaginable." Mientras meditamos en Su corona de espinas, le pedimos a María que nos ayude a tener una relación más profunda con Jesús.