Vivir el mensaje de la Misericordia

Las prácticas de devoción reveladas por medio de Santa Faustina nos fueron dadas como "recipientes de misericordia," a través de los cuales el amor de Dios puede derramarse sobre el mundo. Sin embargo, no son suficientes.

No es suficiente colgar la imagen de la Divina Misericordia en nuestras casas y parroquias, rezar la Coronilla a la Divina Misericordia diariamente a las tres de la tarde y recibir la Santa Comunión el primer domingo después de la Pascua. Debemos también mostrar misericordia al prójimo, ya que poner en práctica la misericordia no es una opción de la devoción a la Divina Misericordia, es un requisito.

Nuestro Señor le habla a Santa Faustina acerca de esto: "Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte" (Diario, 742).

Como el mandato del Evangelio "Sean compasivos, como su Padre es compasivo" (Lucas 6, 36), esta orden de ser misericordiosos siempre y en todas partes nos parece imposible de realizar. Pero el Señor nos asegura que sí es posible. Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, explica el Señor, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas (Diario, 1074).

¿Cómo irradiamos la misericordia de Dios a los demás? Por medio de nuestras acciones, nuestras palabras y nuestras oraciones. En estas tres formas, dijo el Señor a Santa Faustina, está contenida la plenitud de la misericordia (Diario, 742).

Una cosa que todos nosotros podemos hacer es fijarnos nuevamente en lo que la Iglesia llama "obras corporales y espirituales de misericordia," una lista de las diferentes maneras de responder a las necesidades físicas, mentales, emocionales y espirituales de los demás,
Santa Faustina aprendió que cuando practicaba las obras de misericordia, a quien en realidad servía era al Mismo Salvador Misericordioso: "En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de estos más pequeños, que son mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt 25, 35-40). La compasión del Señor fluía a través de ella hacia los materialmente y espiritualmente pobres, porque ella reconocía que eran los que más necesitaban la misericordia del Señor.

Nunca olvidó cuando un joven pobre, descalzo y harapiento llegó a la puerta del convento en un día frío y lluvioso a pedir comida caliente. Ella inmediatamente fue a la cocina, pero no había nada para los pobres. La Hermana Faustina finalmente logró encontrar algo de sopa, la calentó y le puso pedazos de pan. Después de que el joven tomó la sopa, descubrió ante ella Su verdadera identidad: ¡Era el Señor Jesucristo en persona! En seguida desapareció pero ella escuchó estas palabras en su alma:

Hija Mía, han llegado a Mis oídos las bendiciones de los pobres que alejándose de la puerta Me bendicen y Me ha agradado esta misericordia tuya dentro de los límites de la obediencia y por eso he bajado del trono para gustar el fruto de tu misericordia (Diario, 1312).

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Recordemos que "mediador" es alguien que se pone entre las partes para ayudar a unirlas. Por lo tanto, si Nuestra Señora Madre de Jesucristo-Dios y Madre de todos al pie de la cruz, intercede para unir a Su Hijo con todas las almas, entonces podemos llamarla con toda razón Mediadora.

En este día, recordamos que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado; era totalmente pura.

Alegrándonos de la Pascua meditemos juntos porque: "Este es el día que hizo el Señor! ¡Aleluya! ¡Alegrémonos todos en Él! ¡Aleluya! (Salmo 117).